El camino hacia la luz es, en definitiva, el camino hacia nosotros mismos |
PSICOLOGIA TRANSPERSONAL - MEDITACION
Niveles de Conciencia
Diferencia entre el Inconciente Freudiano y Junguiano
Inconciente colectivo. Arquetipos. Anima- Animus. Self. Proceso de Proyección
La Sombra
Foco de Atención- Niveles de pensamiento y acción
Niño Interno
Niveles de Alma- Su abordaje
Persona – Mascara- Individuo
Tendencia a la Unidad
Las preguntas existenciales y sus respuestas
Estado de presencia
Experiencias cumbres- Reencuentros- Reencarnación
Felicidad igual a plenitud
Iluminación
Concentración y Meditación
Diferencias- Clases de Meditación
En general el ser humano mantiene su foco de atención en el afuera. Un afuera, (familia, profesión, profesión, amistades, status) que en principio nos da la única referencia de nosotros mismos y al que de algún modo retribuimos con aquello que creemos se espera de nosotros.
Nuestros niveles de acción (cada una de nuestras acciones físicas) son generados por niveles de pensamientos, que están argumentados en esto de devolver al afuera aquello que se espera de nosotros. Nuestras acciones, entonces, responden al mundo aprendido y no a nosotros mismos.
Cada uno de nuestros yoes utiliza una “máscara” individualizando a cada una de las personas que somos en cada circunstancia. El por qué las utilizamos, cómo se forman, son el objeto de la Psicología, por lo que en este momento introducimos el término” Inconciente”, que para Freud significaba algo así como la “piecita del fondo” en la que vamos guardando nuestras porquerías, cosas inútiles, (fuertes estímulos externos) que van generando complejos, traumas, fobias, miedos, hasta aquí nuestros maestros.
Pero es aquí donde Jung se diferencia de Freud, aún siendo su discípulo favorito, para dejarnos ver que detrás de la oscuridad está la luz, la infinita potencialidad de la vida abriéndose paso a través de los oscuros velos por los cuales nos vamos reconociendo, son estos nuestros demonios, es este nuestro infierno.
Llamamos “oscuridad” a la “ignorancia”, llamamos “Luz “ a la “conciencia de Ser” , y llamamos Individuación al proceso por el cual vamos dejando de lado cada una de nuestras máscaras, para confundir nuestra conciencia en la preciosa unidad de nuestro ser, percibiendo de este modo una inmensidad que más nos recuerda al cosmos, que a la pequeñez de nuestra estrecha y miserable casa que confundimos con él.
Es aquí donde nos encontramos con los tópicos de estudio de la Psicología Transpersonal. Definida esta como “el estudio psicológico de las experiencias transpersonales (a través de la persona) , es decir, aquella en las que el Self, (si mismo) se extiende más allá del individuo o la persona y llega a abarcar aspectos de la humanidad, la vida, el psiquismo y el cosmos, que antes eran experimentados como ajenos, permitiendo determinar la naturaleza, variedades, causa y efecto de experiencias y desarrollos transpersonales”. Al mismo tiempo que nos permite comprender psicologías, filosofías, disciplinas, artes y religiones, como manifestaciones preciosas de una UNIDAD… ya no ajena.
Es este tipo de experiencias, llamadas, de LUZ, las que nos van permitiendo dejar a nuestros viejos maestros (odio, dolor, miedo) y encontrarnos con que nuestra realidad puede apreciarse y comprenderse mucho mejor desde la FELICIDAD, que en esta UNIDAD, en este reencuentro comienza a ser NUESTRA REALIDAD.
Es así que la conciencia solo obtiene estímulos externos, es como si miráramos un abanico de espejos con independencia del observador
Llegado el momento un estado de insatisfacción, un “algo me falta”, aún teniéndolo todo, comienza a manifestarse y es en este punto cuando comenzamos nuestro trabajo interno.
Las distintas máscaras que nos hemos ido poniendo a través del tiempo ya no surten el mismo efecto y preguntas como: ¿de dónde vengo?, ¿cuál es mi sentido?, ¿adónde voy? , comienzan a hacerse concientes.
La primera noche del Alma se hace presente, todo aquello que hasta este momento nos había satisfecho ya no lo hace. Es la luz del atardecer que preludia la noche.
Es aquí donde comenzamos a dar los primeros pasos en “nuestro trabajo interno”, son específicos, en primer lugar “dar vuelta la mirada”, “hacernos presentes”, sentir, habitar, ese insondable y profundo vacío del que comenzamos a ser concientes.
Luego, el no identificarnos con los niveles de pensamiento que hasta el momento son los que han ido generando nuestros niveles de acción, siendo en realidad, “la contraparte energética del nivel traumático que los genera”.
Todos hemos oído hablar de un antiguo dicho popular “el mundo es de acuerdo al cristal con que se mira” , aquí es que hablamos de proyección, y al hacerlo vamos a definirlo como un mecanismo de defensa inconciente mediante el cual les atribuimos características propias a otros. Al proyectar, depositamos un aspecto interno en alguna persona o situación externa, y luego reaccionamos frente a este de una manera positiva o negativa, con atracción o con rechazo.
La proyección puede ser utilizada para culpar a otros por nuestras faltas, por ej. un estudiante ante un examen aduce el mal humor del profesor como causa del aplazo, o adjudicar actitudes y tendencias inconcientes a otros, por ej. el hombre que proyecta su vulnerabilidad y dependencia en una mujer. Esto ya fue dicho: “no veas la paja en el ojo ajeno sino la viga en el propio”.
Nuestra personalidad, conjunto de máscaras, se origina a partir de los siete años de edad, es en este período donde a nivel cerebral comienzan a generarse las conexiones neuronales que nos permiten ingresar en uno de los niveles de conciencia que llamamos “lógico-formales”, primera elaboración de conceptos , comienza a estructurarse entonces sobre la memoria de un niño o niña generalmente herido, temeroso, inseguro, muchas veces impotente ante el accionar adulto, es este niño lo que conocemos como “el niño interno”, aquel que todos llevamos dentro que expresa sus atributos a través de nosotros, y es en este impulso de la vida cuando comenzamos a integrar su presencia. Esta es una de las puertas que no podemos desconocer en este trabajo interno que intentamos llevar adelante, pues la puerta que él nos abre nos lleva a otra inmensa puerta , la de nuestro nacimiento, la de nuestra gestación, y finalmente a la de nuestra concepción.
Aquí nos detenemos, nos preguntamos por qué nacimos donde nacimos, por que nuestros padres fueron estos y no otros, al igual que nuestros hermanos, primos, tíos, país, mundo?
En el momento de nuestra concepción, “de concebirnos como seres concientes en este plano”, dueños de una multidimensionalidad estructurada a través de los niveles genéticos que generan la traducción de una actitud del alma en el momento de encarnar.
El alma no encarna pura y prístina como se nos ha hecho creer, lo hace cargada de recuerdos desde una actitud que podríamos parangonar con la de un niño de 3 a 5 años tomando decisiones, es a través de sucesivas encarnaciones , que deben leerse como experiencias que van generando las decisiones que luego se asumen en la “actitud que encarna”. Es esta y no otra la semilla de nuestra estructura psicológica.
Sabemos por la Teoría de Sistemas que ningún sistema puede ser resuelto en el mismo nivel que es generado, por lo tanto, el poder ser felices significa encontrarnos en conciencia con lo que en otro momento no lo fue, es ese niño inconciente tomando decisiones, el que hoy como adulto debe hacerse cargo de lo que ha generado, somos todos y cada uno de nosotros haciéndonos cargo de nuestro verdadero SER, una responsabilidad que desde lo individual nos lleva a lo cósmico. Es este sentido estaríamos en condiciones de afirmar que la Iluminación es la autoconciencia del Alma manifestándose a través de doce dimensiones físicas, cumpliendo concientemente su sentido, que en esa plenitud, en ese gozo, se une a la Vida Cósmica, al no tiempo, a la eternidad. Ya no hay pasado, ya no hay futuro, solo hay SER CONCIENTE DE SER.
Encontrar luego, un hilo conductor a través de nosotros mismos, permitiéndonos ser testigos mudos de nuestro pensar y actuar, pues del mismo modo en que un niño no se juzga nosotros no lo hacemos, nos observamos sin miedo, sin culpa , incorporando en el tiempo un marco teórico referencial que nos permita comprender fácilmente nuestra identidad psicológica.
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